Etimológicamente, reificar significa "convertir en cosa" (del latín res=cosa), y es el significado básico que se mantiene en el uso actual en todas sus variantes. A pesar de que tiene, en algunos discursos, una carga emocional negativa (convertir al ser humano en cosa, por ejemplo) el proceso de reificación juega un papel positivo en el razonamiento, al convertir las abstracciones en cosas concretas.
De hecho su papel es ambivalente (es positivo y negativo a la vez). Enseguida un ejemplo:
El concepto matemático de función es abstracto. Para quitarle un poco lo abstracto se habla también de mapeo. Y se puede complementar en el aula con un diagrama sagital donde cada elemento del dominio tiene una imagen en el rango y el elemento y su imagen se unen con una flecha. Y para hacer el concepto de función todavía más concreto se acostumbra usar la metáfora de una máquina o caja negra en la cual un insumo es transformado en un cierto producto final gracias a la máquina.
La utilidad de estas objetivaciones o reificaciones del concepto abstracto de función debería ser clara: facilita el razonamiento. Pero si el aprendiz se queda ahí, si toma la metáfora de la máquina como la definición de función, si no entiende que es solamente un andamio que ayuda a la comprensión, entonces la reificación solamente entorpece la comprensión del concepto.